El siguiente artículo ha sido escrito por Jay Shooster y publicado aquí con su permiso. Si bien es un tema que merece ser tratado con mucha más profundidad lo considero de interés porque abre una puerta a un debate necesario: la necesidad de confrontar a los poderes que originan situaciones de injusticia como herramienta generadora de cambio político y social.
Los enlaces del artículo han sido respetados tal y como han sido escritos en su fuente original.
Esta es una de las cuestiones que generan acalorados debates entre los defensores de los animales a día de hoy. Incluso los activistas más comprometidos argumentan que el activismo de confrontación daña al movimiento al promover el estereotipo negativo de que somos gente desagradable que posiblemente vaya a lanzarte sangre falsa en el abrigo de piel o que vamos a decirle cosas feas a nuestros gatos sobre ti.
Otros, como yo, argumentamos que (i) deberíamos seguir el ejemplo histórico de los movimientos por la justicia social más exitosos y adoptar un activismo de confrontación y (ii), probablemente, a nuestros gatos no les ibas a gustar de todo modos.
No quiero hacer ahora un refrito del viejo aunque vigente debate sobre la efectividad del tipo de activismo que Martin Luther King Jr. describió como «físicamente no agresivo pero espiritualmente muy agresivo». Francamente, no estoy seguro ni siquiera de que haya que debatir sobre ello. La literatura académica respalda fuertemente la visión de que los movimientos ganan fuerza «cuando gente corriente une sus fuerzas en contenciosa confrontación con las élites, las autoridades y sus contrincantes». En otras palabras: el activismo de confrontación funciona.
Otras críticas más inteligentes del activismo de confrontación no niegan que puede ser extremadamente efectivo en el contexto adecuado. Sin embargo, argumentan que nuestro movimiento carece del suficiente apoyo público para que la confrontación sea efectiva, y dicen que el activismo agresivo será contraproducente hasta que consigamos que la sociedad en general nos apoye.
Creo que están totalmente equivocados. Si es necesario el apoyo de un determinado umbral de público antes de que el activismo de confrontación sea efectivo, ya lo hemos conseguido. (Para ser sincero, no estoy convencido de que haya un umbral de público en absoluto, aunque estoy convencido de que el apoyo público puede hacer que el activismo de confrontación sea más efectivo.)
En 2015, una aplastante mayoría de americanos dijo que les preocupaba el trato que se les daba a los animales en los circos, en los deportes y en la investigación, y casi un tercio de la población dijo estar «muy preocupada» con estos temas. Al mismo tiempo, casi la mitad de los americanos dijeron que estaban preocupados por el trato que recibían los animales en los acuarios, en los zoos, y en la ganadería, con aproximadamente un cuarto de ellos asegurando que estaban «muy preocupados».
Comparemos eso con los pésimos, aunque no chocantes, datos de 2013 que sugerían que la mayoría de los americanos estaban «satisfechos» con el trato que reciben en los Estados Unidos las comunidades hispanas, asiáticas, árabes y negras. Incluso en 2015, menos de la mitad de los americanos creía que la gente negra era tratada de manera menos justa por la policía. En todo caso, parece que los activistas por los derechos de los animales podrían tener aún más apoyo público en sus causas.
Dicho de otra forma: si pensamos que es probable que las protestas de Black Lives Matters son efectivas cuando el cincuenta y seis por ciento de los americanos (inquietantemente) tienen «bastante o mucha confianza en la policía», entonces, ¿por qué no deberíamos creer que las protestas podrían ser una herramienta efectiva contra la ganadería, una institución sobre la que la mayoría de americanos han asegurado sentirse preocupados?
Creo que el error fundamental en el que caen aquellos que critican el activismo de confrontación es que están usando a la población vegana o vegetariana como una estimación del apoyo público por los cambios políticos (institucionales) en beneficio de los animales.
Esta encuesta de 2008 muestra la realidad: casi un tercio de los americanos quieren una prohibición total de los experimentos con animales, los deportes como las carreras de caballos y perros, y la investigación biomédica en animales; y la gran mayoría de americanos apoyan leyes «estrictas» que regulen el trato hacia los animales de granja. Además, esas cifras son ahora indudablemente más altas, dado que el número de americanos que cree que los animales deberían «tener los mismos derechos que los humanos» ha crecido en aproximadamente un veinticinco por ciento desde 2008.
De nuevo, comparemos esas figuras con la siguiente: sólo el cuarenta por ciento de los americanos se oponían al fracking en 2015; en 2016 sólo el treinta y seis por ciento apoyaron la prohibición de las armas de asalto; y el treinta y siete por ciento se opuso a la pena de muerte.
Así que ya basta de caracterizarnos a nosotros mismos como un movimiento de segunda. Si la opinión pública no descalifica el activismo de confrontación por estos temas, entonces tampoco debería hacerlo por la defensa de los animales. Si el activismo de confrontación fue efectivo en 1961 cuando el sesenta y cuatro por ciento de los americanos se oponían al movimiento de los derechos civiles y los «viajes por la libertad» [2]; y si fue efectivo en 1969, cuando el sesenta y tres por ciento de los americanos creían que «los homosexuales son dañinos para la sociedad», entonces ¿por qué no debería ser efectivo a día de hoy para los activistas por los derechos de los animales?
Reconozco que hace tiempo que estoy de acuerdo con el argumento de que, cuando hablamos de opinión pública, el movimiento por los derechos de los animales simplemente se encuentra en una categoría diferente a la del movimiento por los derechos civiles, el movimiento por los derechos de los gays y otros movimientos por la justicia social. Pero al final, los datos de las encuestas sugieren lo contrario.
Como cierre, quiero remarcar dos puntos clave.
Número uno: incluso si no tienes claro que tengamos el apoyo público suficiente para protestar de forma productiva por la abolición de la ganadería, es innegable que tenemos suficiente apoyo para protestar por la prohibición de las pieles, la experimentación cosmética, la investigación y más. Es también innegable que tenemos el apoyo necesario para emplear de manera efectiva métodos de confrontación para mostrar los horrores de la ganadería y responsabilizar a los agresores.
Número dos: no todo el activismo de confrontación es creado igual. Dejadme ser claro, protestar en Whole Foods no es la única manera de hacer activismo de confrontación por los animales de granja. Si crees que eso no es efectivo o contraproducente, interrumpe ese tipo de negocios de otra manera.
Lo importante es que los defensores de los animales debemos adoptar tácticas de confrontación, y que tenemos el apoyo público para hacerlo hoy mismo.
Os veo en las calles.
NOTAS:
– [1] No new animal lab (NNAL) es una campaña cuyo fin es impedir la construcción de un nuevo laboratorio de experimentación animal en la Universidad de Washington. A través de esta vía de acción aspiran a construir y recuperar el movimiento de base de liberación animal. Puedes leer una entrevista a dos de sus integrantes en el siguiente enlace. La relación de la imagen con el artículo responde a un criterio personal.
– [2] Los Viajeros de la libertad fueron un colectivo estadounidense de activistas por los derechos civiles que, en 1961, comenzaron un periplo en autobuses interestatales en grupos raciales mixtos, para desafiar y denunciar la segregación que vivía la población negra.
– Fuente original del artículo en el siguiente enlace.
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